23.11.13

Capítulo extra de Enlazados !

¡ Hola lectores !
hoy os traigo una nueva edición de "Capítulo Extra", solo que esta vez es sobre el libro de Carlos García Miranda, llamado Enlazados que dio un gran revuelto con su publicación.


☺ Y es que en este capítulo extra, vemos la opinión de Dana sobre Solo. Este pequeño capítulo se llama 'La Confesión' y comienza en el búnker subterráneo de Kaibil. y acaba con una frase rompedora por parte de Dana. Sin duda, estoy segura de que este episodio os dejará tan impactad*s como a mí 




LA CONFESIÓN

La oscuridad y el silencio conformaban la atmósfera del búnker subterráneo de Kaibil. Todavía faltaban unas horas para que sonasen los acordes de la música de La empresarial, que marcaría el inicio de otra jornada de duro entrenamiento virtual. Mientras tanto, los seleccionados dormían en sus sucios catres agotados por lo que habían vivido en las simulaciones. Todos menos Dana, cuya mirada de cervatillo parecía imantada al cuerpo de S☺lo, quien se tumbaba en lo alto de la litera contigua a la suya. Al contemplar su rostro, Dana pensó en cómo se había endurecido desde que comenzó el encierro: ya no parecía el de un chico de dieciocho años.

El ruido de una cerradura gruesa que se abría obligó a Dana a volver a la realidad. El plan ya estaba en marcha. Se incorporó despacio sobre la cama, cuyos muelles chirriaron como si fueran gatos, y salió de las sábanas amarillentas. Se dejó caer al suelo de un salto, igual que un animal salvaje que se lanza desde las copas de los árboles. Dana caminó con sigilo por el recinto, pero se detuvo en seco al escuchar el característico ruido que hacían los altavoces anclados en lo alto de las paredes al ponerse en funcionamiento. Sin respirar, Dana esperó la llegada de la voz mecanizada de Madre, pero la megafonía sólo emitió un sonido de niebla que desapareció al cabo de unos segundos. El ruido hizo que S☺lo se revolviera en su catre varias veces hasta quedar de espaldas a Dana, sin que sus ojos llegaran a abrirse. Aliviada, Dana volvió a tomar aire y, sin apenas apoyar sus pies descalzos en el frío suelo de hormigón, llegó hasta el fondo del búnker. Detenida frente a la puerta de hierro y sin pomo del cuarto de baño, comprobó que estaba abierta. La primera parte del plan funcionó. Entremetió los dedos para tirar de ella, con los ojos cerrados, como si de ese modo pudiera conseguir que las bisagras no chirriaran. Cuando encontró el espacio suficiente para atravesarla, se adentró en el cuarto de baño, cuya humedad de ambiente enclaustrado la golpeó en el rostro. Al instante se encendió la luz del techo, un neón blanco parpadeante. Dana caminó por el suelo de baldosas, seguida del eco de sus pasos, hasta quedar en el centro del círculo que formaban las duchas. Giró sobre sí misma y buscó a su alrededor con la mirada sin encontrar lo que esperaba. Miró de nuevo hacia la puerta entreabierta y, un instante antes de que la invadiera el temor por lo que pudiera ocurrir si sus compañeros la descubrían, vio el holograma de Kella materializarse frente a ella.

―¿Dónde estabas? 

―Lo sé, he tardado más de lo que te dije en establecer la comunicación, pero abrir la puerta del cuarto de baño resultó más difícil de lo que esperaba.

Dana dio un par de pasos rápidos hasta quedar frente el holograma de Kella, que parpadeó debido a las interferencias en las comunicaciones. Sintió el impulso de abrazarla, a pesar de que sólo era una imagen proyectada, pero le parecía lo suficientemente real como emocionarse ante la sonrisa de su mejor amiga.

―¿Estás seguro que Madre no puede ver lo que estamos haciendo? ―le preguntó, dubitativa―. ¿Has cortado sus conexiones con Kaibil?

―No las he cortado. Madre sigue recibiendo datos de lo que ocurre aquí, aunque he creado un código que ofrece una retrasmisión falsa. Para ella, ahora mismo estás durmiendo en tu catre como un angelito. 
Dana afirmó con un gesto, confiada al recordar que su mejor amiga era la mejor hacker de toda la República.

―Vaya, así que esto es Kaibil ―dijo la parpadeante Kella mientras miraba a su alrededor con una sonrisa―. Prefería este cuarto de baño cuando estaba lleno de chicos desnudos… 

―¿Cómo van las cosas por la Caravana?

―Bien. Hemos tomado rumbo norte, pero después de esta comunicación tendremos que cambiarlo. Puede que Madre rastree nuestras redes. Sería peligroso... Lanzó un ataque en el desierto hace un par de días.

―¿Un ataque? ―le preguntó Dana, alarmada. 

―Sí, pero descubrí su plan en las redes unos minutos antes y pudimos desviar el rumbo de la Caravana. Para cuando comenzaron a llover proyectiles, ya no estábamos allí.

Kella se lo contó sin darse importancia, a pesar de que gracias a su pericia les había salvado las vidas a miles de personas. 

―Supongo que Madre detectó un comando espía en sus redes de simulación, y por eso nos encontró. 

―¡Espiaste sus redes de simulación! ―le recriminó Dana, que se movió frente a ella, nerviosa. 

―Sí que lo hice, y sé que era muy peligroso para nosotros. Pero también tengo que protegerte, y quería ver cómo te manejabas en las simulaciones de pelea armada. No lo pudiste hacer peor cuando te enfrentaste con S☺lo.

Los ojos color avellana de Kella se clavaron en los de Dana, quien se dio la vuelta, sintiéndose culpable. El holograma se desvaneció y volvió a materializarse frente a ella, como si la acorralara. 

―Al principio no me lo podía creer. ¡Dana, la chica de hierro, tonteando con un chico!

―Yo no he tonteado con S☺lo.

―Tengo el registro de unos monitores llenos de códigos binarios que pueden demostrarlo…

Dana suspiró, consciente de que no podía  mentirle porque Kella registró en sus computadoras piratas todo lo que había hecho ella desde que entró en Kaibil. 

―En el fondo me alegro de todo esto, porque me he dado cuenta de que eres humana y tienes una debilidad: S☺lo.

―No es ninguna debilidad―. Dana se cruzó de brazos, como si eso fuera a ayudarla a defenderse―. S☺lo es un duro competidor. Es importante que lo conozca bien. 

―Entonces, te quedas hablando con él toda la madrugada para conocerlo mejor y que, de ese modo, te resulte más fácil matarlo, ¿no? ―se encaró Kella―. ¿O es que te has olvidado del motivo de tu presencia aquí? Viniste para matar a los otros candidatos a la presidencia.

―No, no se me ha olvidado…

―Pues a veces me da la sensación de que sí lo has hecho. Parece que te olvidas de que la vida de los Naturales depende de ti, Dana. Todos tienen puestas sus esperanzas en tu victoria. 

Dana sintió el peso de esa enorme losa, que llevaba sobre sus hombros desde que era una niña, aunque comenzó a aplastarle cuando entró en Kaibil. Se pasó la mano por la cabeza rapada, como si de ese modo pudiera despejar las ideas.

―Si quieres conseguir la presidencia, tendrás que matar a todos esos chicos y chicas seleccionados. Pero en la simulación no pudiste matar a S☺lo.

Dana agachó la cabeza como si el sentimiento de culpa le hubiera golpeado en la nuca.

―Supongo que el avatar de S☺lo es más fuerte que el mío.

―No, eso no es cierto. Es tu corazón el que es mucho más blando. 

Levantó la mirada, aunque la apartó de nuevo, incapaz de refutar las palabras de su amiga pelirroja. Tomó aire y le confesó:

―S☺lo me salvó la vida. No es como el resto de los seleccionados. Ni siquiera creo que quiera ganar. Él es diferente.

Kella estaba de acuerdo, aunque sabía que no era eso lo que Dana necesitaba escuchar para poder enfrentarse a él.

―Dana, ¿has pensado que tal vez no sea más que una estrategia?Cuando la Selección comience, S☺lo hará cualquier cosa por sobrevivir. Si no lo matas tú, te matará él.

Dana abrió la boca para responder, pero las palabras se ahogaron antes de dejar sus labios y le humedecieron los ojos. Tomó aire entrecortadamente y le confesó la verdad:

―Creo que…me estoy enamorando de S☺lo.

***

Impresionante, verdad, estoy deseando poder leer el libro, ya que aún no he tenido tiempo!





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