21.1.15

Weird Wednesday

 ¡Hola lectores!
hoy he decidido recuperar una iniciativa que creé hace un tiempo, la de "Weird Wednesday" y adaptarla un poco para convertirla en una sección a tiempo completo en el blog. Así que espero que os guste esta re-iniciativa, ¡qué hay que reciclar!

Cómo os decía, esta ya la había usado antes en esta entrada. Pero ahora he decidido cambiarla y dedicar siempre que me apetezca, un miércoles a esta sección, donde publicaré cosas que no vallan realmente con la temática del blog pero que a mí me parezcan interesantes, como música, películas, noticias interesantes, etc
El tema de este comienzo ha sido un pequeño prólogo de un relato que comencé hace un tiempo, y que a pesar de que dudo que continúe, os dejaré aquí. Os aviso de que es un prólogo ligeramente duro puesto que no es romántico ni nada por el estilo, más bien habla de una vida cruel, aunque me gustaría que le dierais una oportunidad...

Todo tiene un comienzo



 
 
La guerra a contaminado todo lo que quedaba.
La humanidad está perdiendo fuerzas y medios, el mundo se colapsa, el tiempo se acaba y poco a poco se acaba por lo que luchar.
Pero en un edificio gris medio derrumbado, situado en el centro de la batalla, junto a la raida cama de una mohosa habitación, tres personas, tal vez los últimos que quedan. Una mujer tendida sobre la cama, un hombre junto a ella y una niña oculta bajo la ventana tapiada de la habitación.

La mujer llora desconsoladamente mientras el marido le sujeta cariñosamente la mano, el dolor que siente la mujer se instala sobre su alma, como un pesado yunque de acero que la hunde cada vez más en la pesada oscuridad. El dolor no es lo que más daño le hace, si no el no poder hacer nada por evitarlo.
Y allí, en la casi completa oscuridad de la habitación, bajo una bombilla a punto de fundirse que aportaba una pálida y enfermiza luz, una niña perdía su inocencia, a un padre se le partía el corazón, y una mujer se rompía en mil pedazos.

El hombre intenta sujetar a su mujer, la cual sostiene desesperadamente algo entre sus manos, un pequeño bulto, algo tan diminuto que pasaría desapercibido ante cualquiera, ésta llora sin cesar, un llanto desgarrador, un llanto que le brota desde la boca del estómago, justo donde la ira y la venganza se retuercen, por una perdida que no podrá superar, por un futuro injusto que no sabe si llegarán a tener; por su hija, la cual había dejado su infancia demasiado pronto, por verse envuelta en una guerra que no podía controlar, por su marido, pálido y enfermo, y por su nueva hija, a la que no podría darle un futuro.
Su pequeña.

El marido acaricia la cara de su mujer y le da un beso en la frente.
"Te quiero" susurra contra ella "Eres lo mejor que he tenido y que nunca hubiera podido tener" y le quita el pequeño bulto de entre las manos.

La mujer comienza a llorar más fuerte, a gruñir, a patear contra la cama, sin poder moverse a penas, debido a las correas que la sujetan a la cama. Fuera de la habitación, en una ciudad destruida, casi en llamas, los gritos y sonidos de batalla se hacen cada vez más fuertes.

El hombre desliza suavemente las mantas que sostiene y ve una pequeña figura humana, un pequeño bebé de apenas ocho meses, su hija.
La niña, escondida en un rincón, mira de soslayo a su hermana, intentando reprimir el dolor que le encoge el corazón. Esa pequeña podría haber sido la salvación que necesitaban.
La luz que brillara en esa intensa y perpetua oscuridad.

El hombre, miró a su mujer, tendida sobre la cama, con el pelo de color casi negro, sucio por el hollín, sus grandes ojos grises cada vez más oscuros. También miró a su hija, de apenas doce años, con el pelo rubio y los mismos ojos que su mujer. Trató de memorizar cada parte de ellas, la forma de su cara, de su nariz, ligeramente puntiaguda, la curva de su sonrisa, un espeso recuerdo en su memoria.

"Llévatela" le gritó a la niña, cuando los disparos y gritos se amplificaron, cuando casi no quedaba tiempo. La niña obedeció, desatando a su madre mientras esta gritaba y gemía por el dolor. Ellas desaparecieron por la escalera del desván, dejando tras ellas una parte de su corazón, que admiraba lo que su padre iba ha hacer por salvarlas.

La puerta se abrió, una pequeña explosión de polvo y hollín, cinco hombres armados entraron en la habitación, apuntando al hombre. Iban equipados con cascos y armaduras que él nunca había visto.
"Levanta las manos" le gritó uno, una voz informática. El hombre no obedeció, no pensaba soltar a su pequeña, la cual había dejado de respirar hace ya mucho tiempo.

El guardia volvió a repetirlo, pero el hombre no reaccionó.
No se molestó en repetirlo de nuevo, solo apuntó y disparó.

El hombre se cayó de rodillas, todavía sujetando a su pequeña, ahora con las mantas cubiertas de sangre, la sangre que brotaba del agujero que la bala había dejado en el pecho de su padre. El hombre, sin vida, se desplomó contra el suelo, dejando caer a su pequeña.

El guardia se acercó y cogió al bebé. La niña muerta.
Y esta respiró.

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